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martes, 7 de marzo de 2017

Manuel Bravo Palacios, el amor terrenal de Josefa Segovia, por CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN



El año pasado se llevaba a la pantalla la película “Poveda” de Goya producciones, dirigida por Pablo Moreno. La historia del párroco de las Cuevas de Guadix, actualmente Santo, Pedro Poveda, se trasladaba a las pantallas de los cines con gran éxito de taquilla y crítica.
El sacerdote y pedagogo realizó su labor misionera en Guadix, fundando las Escuelas del Sagrado Corazón, actual colegio que lleva su nombre, aplicando los métodos de la Escuela Nueva. Su trabajo despertó la admiración, y también, la envidia de propios y ajenos. 
Es de destacar su interés por la formación de la mujer, cuando abre una academia pedagógica femenina para estudiantes de magisterio y más tarde crea la Institución Teresiana de la mano de la joven estudiante Josefa Segovia Morón.
¿Quién era Josefa Segovia? conocida por los allegados como Pepita, fue una muchacha de Jaén que nació en 1891, hija de un matrimonio joven de modestos recursos: don Manuel Segovia y Doña Dolores Morón, la segunda de una familia numerosa.
Por el tiempo en que Pedro Poveda le ofrece la dirección de una de sus academias tenía 22 años. Había cursado dos cursos en la Escuela Superior de Magisterio de Madrid y se había trasladado a Jaén para cursar el tercero, dedicado a Prácticas y Memoria, según ella misma afirmó: por amor.
Desde los trece hasta casi los dieciocho años de edad, Pepita estudió en la Escuela Normal de Magisterio de Granada. Vivía en la Calle Horno del Haza, en el número 3, con sus tías Matilde e Isabel y sus abuelos. A partir de los diecisiete años, su salud comienza a decaer; una dolencia de estómago de la que nunca terminó de curarse. Su hermana Lola la describe como una muchacha simpática, servicial, nada presuntuosa por estar cursando estudios. Su piedad era “corriente”.  Aunque la familia materna de Granada era más practicante que la paterna. Mujer muy inteligente, que tuvo que realizar grandes esfuerzos y superar dificultades en el hogar de los abuelos y tías de granada, donde conjugaba la colaboración en el hogar con los estudios.
Preocupadas por su salud, las tías no quieren que esté encerrada en casa, confiaban en que saldría airosa de sus estudios, como la habían visto en otras ocasiones. La mandan a la Plaza de los lobos a tomar el aire. Los muchachos de la vecindad, miembros de familias amigas de los Morón, acuden allí. “¡Pepita era muy bonita, muy bonita!” –decía su tía Matilde.
Es en esta plaza, seguramente, donde Pepita comienza sus relaciones con un joven estudiante de Medicina, Manuel Bravo Palacios, a los dieciséis años.
Manuel Bravo Palacios, cuyas raíces familiares proceden, curiosamente de Guadix, era hijo de Manuel Bravo Caldas, Juez de Primera instancia y de Pilar Palacios Vilches, natural de Lucena, cuyo testigo de bodas fue el escritor accitano Pedro Antonio de Alarcón. Manuel Bravo Palacios nació en Arcos de la Frontera, el 7 de abril de 1890, donde su padre estaba destinado.
Joven apuesto e inteligente, el primero de su promoción en la Facultad de Medicina, Manuel Bravo Palacios era todo un caballero. Demetria, la niñera que cuidó de sus hijos, que actualmente tiene 94 años de edad, no se cansa de decirlo: ¡era un señor! Alto, de ojos azules, sombrero y reloj de bolsillo.
Estuvo muy enamorado de Pepita y su relación era aprobada por ambas familias. La muchacha en una carta que escribe a su padre solicitando su permiso para hacerse su novia lo describe así: “Es estudiante de Medicina y lleva la carrera muy adelantada, de muy buena familia, muy buen hijo; el único defecto que le he encontrado siempre es que ha tenido muchas novias aunque desde que está detrás de mi sé con seguridad que no mira a ninguna”. Don Manuel Segovia dio permiso a su hija. Mantuvieron un noviazgo de 8 años, durante el cual Pepita no descuidó sus estudios.
Cuando el sacerdote visitó la casa de Pepita en Jaén, ella se hallaba en estas circunstancias. Las mujeres que estudiaban en la época, la mayoría de las veces no ejercían su profesión, pues estos estudios se consideraban, en ocasiones, un complemento que dotaba de cultura a las futuras esposas de familias acomodadas. Se apasionó por el proyecto de Poveda desde el inicio. Dirigir una academia era una oportunidad que no se le ofrecía a cualquier mujer en aquellos tiempos. Josefa Segovia comprendió más tarde que la creación de la Academia formaba parte de un proyecto más amplio: la Obra Teresiana.
La relación continuó hasta 1915, por entonces Manuel ejercía de médico en el pueblo Jienense de Los Villares, él eligió este destino por estar cerca de su novia, en espera de que pepita obtuviera su Cátedra para decidir su destino definitivo. Pepita fue nombrada Inspectora de Orense. La noche antes de marcharse, la familia comentaba durante la cena, la inconveniencia de que una mujer tan joven, se marchara sola. Entonces Manuel Bravo dijo que lo mejor era casarse y que él pidiera destino allí. Pepita en ese momento cortó tajantemente la relación ante el asombro de todos. La familia de Manuel dice que la despedida se hizo a través de una carta que la novia le escribió, que Manuel llegó a la casa con la expresión desencajada y que su madre, preocupada, la sacó del bolsillo del abrigo más tarde y la leyó.
Tuvieron que pasar 11 años para que Manuel se casara con Concepción Cárdenas, con la que tuvo 5 hijos Concepción, Pilar, Manuel, Rosa y Pepito. Manuel murió joven, con 52 años. Su amor por Pepita fue muy grande.

2 comentarios:

  1. Nos desplazamos a la ciudad de Alicante para poder ver el estreno de la película del Padre Poveda, las cuatro primas que somos de Guadix, nos hizo mucha ilusión, nos gusto mucho, me ha encantado leer esta historia de amor, una vez mas te felicito, por esa búsqueda incansable de nuestra historia mas cercana, y sobre todo por la manera de contarlo, y compartirlo un saludo de Isabel.

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  2. Gracias Isabel, yo me he educado en ese Colegio que creó el padre Poveda en las Cuevas. Un abrazo.

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