Por las
venas de nuestra ciudad discurre mucha historia. En los paseos solitarios de
las tardes de invierno, por los angostos callejones de San Miguel y Santa Ana,
repletos de caserones desvencijados, algunas veces me entretengo pensando cómo
sería Guadix unos siglos atrás, cuando todavía nuestra Catedral estuviera en
construcción, y la Calle de San Miguel fuera aun una rambla paralela a la
muralla, por donde pasaba un arroyo caudaloso, terciado de puentes que
comunicaran con los arrabales…, cruzo imaginariamente por uno de ellos que da a
la Puerta de Granada hasta la actual calle Benavides, escucho el tránsito de
carros, caballos y bueyes de labranza hasta llegar a la Sinagoga (actual oficina
del INEM). Avanzo unos pasos más y me detengo frente al Palacio de Los Ramírez
de Arellano, que hace esquina con la Calle de la Concepción, por donde ha
pasado un carruaje “ese es, ya ha
llegado…” murmura el populacho, “Felipe
Sega, el Nuncio de su Santidad Gregrorio XIII”.
En 1575,
toma posesión del cargo de Obispo de Guadix, propuesto por el rey, Fray Julián
Ramírez Díaz, que nació en Villaescusa de Haro, una localidad del suroeste de
la provincia de Cuenca, popularmente conocida como la villa de los obispos, ya
que ha sido la cuna de unos cuantos, por tanto sucedió a Don Francisco Lillo,
que fue electo pero que no llegó a tomar posesión en opinión de Don Pedro
Suárez, en su Historia del Obispado de
Guadix y Baza. Don Melchor Álvarez de Vozmediano y Orozco, fundador del
Convento de la Concepción de Guadix y asistente al Concilio de Trento fue su
antecesor. Don Julián era Prior del Convento de Uclés perteneciente a la Orden
de Santiago.
“El Sr. Dn. Julián
Ramírez de Arellano, obispo que fue de esta ciudad, trajo a García Ramírez de
Fuenleal, natural de Villanueva de Alcaudete, su primo, y a Dª Francisca
Ramírez de Arellano, su sobrina, los cuales casados y velados y haciendo vida
maridable vinieron a esta dicha ciudad, el dicho Sr. Obispo creó un vínculo
para satisfacerles el servicio que le habían hecho, como consta de la fundación
de dicho vínculo= y los dichos García Ramírez de Fuenleal y Dª Francisca
Ramírez de Arellano, constante el dicho matrimonio, tuvieron y procrearon por
sus hijos legítimos y naturales al dicho Dn. Julián Ramírez, fundador de la
dicha capellanía y a Dª Isabel Ramírez, que murió monja en el convento del Sr.
Santiago de esta dicha ciudad= Y el dicho Dn. Julián Ramírez, fundador, por
comunicación que tuvo con Dª Catalina Narváez tuvo en ella por hija natural
reconocida a Dª María Ramírez= la cual dicha Dª María Ramírez, hija natural
reconocida, casó con Andrés Asensio, y de este matrimonio tuvieron por sus
hijos naturales a Dª María Ramírez, poseedora del dicho vínculo, y a el Padre
Dn. Diego Ramírez, Religioso profeso de la Orden de San Agustín= y todos los
susodichos igual y cualquiera de ellos no ha tenido ni tienen en este Obispado
parientes algunos y consiguientemente la parte contraria no es deudo de los
susodichos ni del dicho fundador= “.
(Ortografía
actualizada)
En el
documento también deja constancia de los bienes sobre los que se instituyó la
citada Capellanía, entre ellas: “Un
molino de pan moler en el término y jurisdicción de Exfiliana, unas viñas en el
término de Guadix, en el pago de la Marcoba, que rentaban por entonces (1667)
más de sesenta y cinco ducados. “, bienes que aparecen en el testamento
de Don Julian Ramírez, descendiente colateral del Obispo del mismo nombre.
Otro dato
curioso que aparece en dicho testamento es el lugar donde la familia fue
enterrada: “Mando que cuando la voluntad de
Dios Ntro. Señor fuere la de me llevar de esta presente vida, mi cuerpo sea
enterrado en la Santa Iglesia Mayor de esta ciudad, en la sepultura que allí
tengo junto a la reja del Coro donde están enterrados los señores García
Ramírez y Doña Francisca Ramírez, su mujer y mis padres y acompañen mi cuerpo
los señores Deán y Cabildo de esta Santa Iglesia y seis frailes de los
conventos de Santo Domingo y Sr. San Francisco…”. Aunque más tarde
expresa su voluntad de comprar la Capilla y entierro donde está el Señor San
Fandila y que trasladen los restos de sus padres y los suyos allí y continúa “Y
mando que se ponga una piedra blanca en la puerta de la bóveda de la dicha
capilla, y la piedra sea la que está puesta en la sepultura de los dichos mis
padres”. Ignoro si la Capilla de San Fandila estuvo entonces en el
mismo lugar que en la actualidad.
Este Don
Julian Ramírez también tuvo una deferencia con su antepasado el Obispo del
mismo nombre que fue primo de su padre: “Y de decir por la ánima del Señor Obispo
Don Julian Ramírez, mi señor, predicador que fue de su Majestad, Don Felipe
Segundo nuestro señor, y de la Orden del Señor Santiago…”
A decir
verdad, poco a poco y sin proponérmelo, me fui interesando por esta familia de
origen noble que vino a Guadix desde Castilla La Mancha, y que fue originaria
de ese pueblecito de Cuenca: Villaescusa de Aro, en el que aún permanece en pie
el Palacio de los Ramírez, hoy Ayuntamiento de este municipio. Pero sin lugar a
dudas, lo que me más me ha conmocionado, es el escándalo en el que el Obispo Don
Julián Ramírez se vio envuelto y que tuvo como escenario nuestra ciudad, en
1580. Al principio algunos investigadores que acuden al Archivo diocesano me
habían referido algo, pero yo quise ahondar más, para ver qué había de cierto
en esta historia de tintes novelescos que tanto atrajo mi atención. He tenido
suerte en mi búsqueda documental, he encontrado un libro digitalizado del
sacerdote y Doctor en historia de la Iglesia, Don Ángel Fernández Collado,
titulado “Gregorio XIII y Felipe II en la nunciatura de Felipe Sega
(1577-1581)”. En uno de sus capítulos nos habla del Caso del Obispo accitano
Don Julián Ramírez.
El día 1 de
febrero de 1580, el Nuncio Felipe Sega envía a Roma el primer informe sobre el
problema del Obispo de Guadix, donde se inicia una querella acusándole de
diferentes actos graves, concretamente de haber mantenido trato carnal con la
abadesa del Convento de la Concepción, Doña María de la Cueva. El nuncio se
compromete a hablar con las personas que habían iniciado la querella para
averiguar las razones de la acusación. El 30 de noviembre envía el primer
informe del Proceso, con las culpas averiguadas y probadas contra el Obispo Don
Julián Ramírez, en el Monasterio de Ntra. Sra. De la Concepción en Guadix. En
el que se le acusa de quebrantar la clausura del monasterio, “entrando a horas intempestivas y
permaneciendo en él durante varias horas con el único objeto de holgarse y
fornicar con la abadesa María de la Cueva”. Además solía entrar acompañado
de Diego López Ramírez, arcipreste de Guadix, Juan de Mesa, Miguel Martínez,
cura de Beas, Marchena, confresor de las Monjas, Pedro Olite Monegro, su
Capellán y García Ramírez, sobrino del Obispo. El Obispo había destituido
cuatro años atrás del cargo de abadesa a María de la Paz, fundadora del
monasterio, y había presionado para que nombraran a María de La Cueva como
nueva abadesa a pesar de no tener la edad ni cumplir con los requisitos que
dictaba la Regla. Fruto de estas relaciones, la abadesa había dado a luz un
niño y una niña, que había entregado al cura de Beas. Algunas monjas decidieron
poner en conocimiento de S.M. lo que estaba ocurriendo en el Monasterio por
medio del Antiguo Obispo, Melchor Álvarez de Vozmediano, de su sobrino, el
prior Solorzano y de su regidor Payo de Rivera.
En la
siguiente carta que Felipe Sega envía al Papa, le informa de que habían tomado
declaración a las monjas encubridoras y que finalmente estas habían confirmado
todo punto por punto. Conociendo la Abadesa, lo dicho por sus amigas confesó y
confirmó todo llorando amargamente y pidiendo misericordia.
No se hizo
mucho esperar la respuesta de Roma que decía “Los delitos del Obispo de Guadix, son tan graves y tan horribles, que
se apartan totalmente del camino de la clemencia…”. El Obispo fue
destituido por Bula de su Santidad y regresó al Monasterio de Uclés, donde
finalmente acabó sus últimos días.
Han sido
muchos los prelados ilustres que han engrandecido y honrado la Diócesis de
Guadix, pero como siempre suele ocurrir; no hay regla sin excepción.
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